miércoles, enero 28

PARTIDA NOCTURNA

fotografia del gran Roberto Cabral

PARTIDA NOCTURNA 
(Relato en paralelo)
(Publicado en primicia en la Revista Salto Al Reverso de México)

@theyoungQuevedo

La dama con quien juego esta partida mantiene, como lo hará toda la noche, su sonrisa más glacial. Es la misma que dedica siempre a todos sus contrincantes. Intento desde el principio amenazar el máximo número de sus piezas en el tablero. Los peones se dedican a crear la trama. Son orgullosas piezas que se adelantan. En realidad, muestran lo inteligentes que son sus señores, que esperan detrás de ellos a manejarles como quieren. Si no les sirvieran, no serían ni siquiera peones.

A la luz de las farolas, se me cae el castillo de la felicidad que me había erigido al sol ayer. De noche, ahora por la calle, pienso que el día ha pasado en armonía con las ganas que tenía de divertirme.

—¿Piensas en algo más que la partida? —pregunto a la dama enigmática, intentando averiguar más sobre ella.

—Solo pienso en la partida. Es como pensar en todo.

—Cuanto misterio, seguro que existen muchas otras cosas.

—No existen y lo siento por ti. Eres igual que todos los hombres, cerebros muy fáciles de predecir, igual que tu alfil tan desprotegido.

—¡Qué mujer! ¡Siempre te lo tomas así! Es mi curiosidad, la belleza. Cuando estás pensativa despiertas en mi mayor curiosidad   —digo intentando que se crucen nuestras miradas.

—Y por lo que veo también tu estupidez  —me replica.

Las calles están de noche demasiado vacías. A pesar de las juergas que uno pueda correr, no puedes evitar encontrarte los desiertos intermitentes que vives al abandonar ciertos lugares.  Y en los momentos más necesarios esos desiertos se hacen más extensos en mitad de la ciudad. Giras la cabeza y no hay nadie.

Mis alfiles, incluido el desprotegido, han logrado ganar una escaramuza violenta en el centro del tablero. Parece que tengo la partida encaminada. Pienso en defender bien mi ventaja. Ella sigue impasible: glacial, hermosa.

—Es necesario pensar en algo más, ayuda a la imaginación aportando condimento a lo cotidiano de nuestros quehaceres.

—La imaginación es un trampantojo. No lo puede todo. De hecho, es un cálculo demasiado inexacto. A veces, extravagante. Casi siempre, desmesurado para acertar en la vida. Como tus líneas en el tablero, las estás adelantando todas sin darte cuenta.

—Eres toda alegría. Únicamente disfrutas viéndolo todo negro, y encima...

—Y encima no pierdo el tiempo —ahora es ella la que sonríe un poco.

—No está mal a veces perder un poco el tiempo para encontrar cosas mejores.

—Por ejemplo intentando hacerme creer que tienes la partida controlada.

—Sí, por ejemplo, señorita robot.

Veo de lejos aparecer un grupo de sombras. Los árboles se mecen al viento nocturno en esta noche sobre las calles. Son posibles camorristas en busca de dinero. Los huelo desde aquí. Encuentro algún síntoma de miedo en mi interior. Pero no me desvío. No creo que sea hoy el día que me den una paliza.

Mi contrincante es demasiado guapa para solo mirar concienzudamente el tablero. Además sabe cuando la estoy mirando con descaro. Su pelo es largo. Menuda morena para girarse en la calle. El color de su cabello es más negro que el azabache. Lo que me distrae de la partida es ver que el negro de su pelo es el mismo negro carbón de las entrañas de la tierra que son sus ojos. Son inquisitivos. Son ojos arrancados a la noche.

Me alcanza el grupo de sombras. Siento que alguien me toca haciéndome parar. Otra mano me intercepta también.
—Eh, seguro que tienes algo que darnos, ahora mismito.
—No llevo nada.
—Yo creo que sí, ese reloj por ejemplo —dice uno de ellos burlándose.
—Un recuerdo de familia que no pienso darte.

La sonrisa de la dama reaparece un momento. Mueve el caballo. Después de mí, el alfil. Comienzo a perder casi todos mis peones en el centro del tablero en los siguientes movimientos.

—¿Te alegras de tomar ventaja ahora? —le digo.

—Nunca siento alegría, es algo que sé.

De repente, ella piensa la siguiente frase al levantar una de las torres para moverla.

—Si ahora sonase el timbre de la puerta y te diera una oportunidad,  ¿te acordarías alguna vez?, si escapases para que esta partida no acabase, y poder hacer tablas conmigo.

—¿Qué? —respondo perplejo.

Sus labios se despegan con una lentitud estratégica. Esta vez la sonrisa está mezclada. Yo diría que está retenida. Ha visto claramente mi plan sobre el tablero, y su torre liquida a uno de mis caballos sin yo poder hacer lo mismo.

—Supongo que no. Te levantarías a abrir y no verías nada al otro lado de la puerta, y volverías a donde estás ahora, creerías que has perdido el tiempo por algún idiota, y no te darías cuenta que estás jugando esta partida ya desde hace un tiempo con las manos vacías.

—Que chica más lista. Un poco oscurantista en sus frases, pero lista.

El grupo de ladrones me rodea en semicírculo contra una pared, no puedo escapar.

—Creo... colega, que estás en estos putos instantes jugándote la vida.

—Tú lo dices —intento mantener la calma  y quiero seguir mi camino.

—¡Estoy harto, nos van a ver, así que rapidito! —un barbudo con cara de fiera lo ha gritado.

Está muy nervioso. Saca un estilete largo, luminoso, mortal. Sus pelos enredados enmarcan dos ojos negros, profundos, esa negrura en ellos es igual a la noche de antes. Intento algo para salir de allí, ni siquiera doy dos pasos frente al grupo que me rodea.

La dama ha estado esperando, la siguiente sonrisa que sale de su boca. Me deja helado. En realidad, de repente hace frío en toda la habitación. Dirige su atención a un lado del tablero, aparentemente, sin movimientos de piezas importantes. Sin embargo, ha dejado colocada una desde hace tres movimientos. Entonces, su alfil ella juega con negras cruza de lado a lado el tablero. Jaque mate.

Con un estilete, no tiene apenas que hacer fuerza el agresor para clavarlo en el fondo de un estómago, por ejemplo. Casi no siento como me perfora cada capa del interior de mis pliegues musculares. Veo borroso. Pierdo parte del sentido. Caigo sobre mi espalda brutalmente.

Antes de convertirme en nadie, tirado en el suelo, siento moverse manos nerviosas en mis bolsillos. A lo lejos ya casi nada soy oigo un timbre. Está lejos el sonido. ¿Es el timbre que oiremos todos, o es el timbre de la puerta de la oportunidad perdida durante la partida? No lo sabré. Ya no siento nada.

domingo, enero 18

IMAGEN DEL FIN DEL MUNDO

Obra de Pablo Genovés


Seré el espectro de un fantasma herido

cuando llegue ese momento.

Y veré arder auras de aire caliente,

o mares invadir las bibliotecas y parqués.

El agua se llevará todos los libros

y no habrá próximos barcos,

ni últimas melodías para escuchar.

Ya no empezarán los valses para otros,

Ya no podremos conseguirlo.


Si llega el fin de mundo,

quiero que me alcance

en un teatro escuchando Don Giovanni.